Crónicas de un caballero británico victoriano viajando por el Contínuo Espacio-Tiempo

Las entradas en el diario de Lord Edgar Rouen Crossbower y su peculiar punto de vista decimonónigo mientras salta de época en época buscando a sus amigüitos perdidos...

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Nacido en Londres en la primera mitad del siglo XIX, nuestro héroe formaría parte de los movimientos sociales más convulsos del Imperio Británico. Conocidas sus inclinaciones socialistas y marxistas y sus amistades con lo peor de los literatos finiseculares británicos, sería ésta la causa de que Herbert George Wells le propusiera que acabara probando su máquina de desplazamiento temporal que lo arrastró miles de años hacia el futuro, enfrentándose con los Morlocks y los políticos ultraderechones de siglos venideros. Después de destruir un universo acabaría como dueño y custodio de un nexo interdimensional viajando por el Contínuo Espacio-Tiempo conocido como la TEMPRANIS. Junto a su amada y a sus animalillos, continúa sus peripecias allí donde el destino le lleve...

28.3.05

El Libro de los Muermos Episodio 2 El Monicaco Contraataca

Querido diario:
3 semanas después de mi última anotación vuelvo a ponerme delante tuya a seguir transcribiendo los extraños sucesos que me han venido acaeciendo desde que llegué a este extraño y enigmático siglo XXI.
La puerta de mi alquilada habitación de motelucho de mala muerte se estaba abriendo lentamente, con un leve crujido mientras me dejaba la vista con aquella vela medio consumida. Delante mía estaba uno de ellos, vestido con ropas negras y elegantes, con la piel pálida, una sonrisa Profident que le cruzaba totalmente su rostro redondo y angelical, unas gafas de sol que a duras penas ocultaban el verde brillante de sus ojos furibundos, y un escaso cabello rubio que coronaba su ancha frente. Antes de que pudiera decir "Rollito de Primavera" sus delicados y largos dedos me asían del cuello y me levantaban un palmo del suelo. Dado que la asfixia no es una de mis situaciones favoritas (mejor se está tumbado en la cama con una copa de coñac y un buen puro habano, si se puede elegir...) intenté hacer entender a mi contertulio que me estaba estrangulando un pelín y que la conversación en ese estado no iba ser muy fluida por mi parte. Mi "invitado forzoso" decidió dejarme en el suelo de nuevo y se puso a echar un ojo por mi habitación mientras sacaba desde el bolsillo interior de americana una pitillera de plata. Se colocó un cigarrito puro en los labios y le prendió fuego directamente desde su dedo pulgar (un buen truco, nunca sabes cuando te puede venir bien un encendedor y de esa manera siempre lo tienes a mano...) Soltó una bocanada de humo acompañada de unos aros que llegó a la otra parte de la sala. Con su voz fría y profunda se presentó ante mí, era Robin "J.B." FistFucking, uno de los 4 Muermo Boys, agente del Caos Primigenio y uno de las principales figuras en el llamado Apocalipsis Monicaco.
Sabiendo que lo que tenía delante era un pez demasiado grande para tragarmelo, dejé que esta criatura llevara la batuta en nuestra entrevista. Este Robin me echó en cara que había sido muy insensato al haber aceptado el Libro de los Muermos, pero que ahora que lo había leído solo podía hacer una cosa conmigo: prepararme para lo venidero. Me explicó que él pertenecía a los Muermo Boys, seres inmortales y legendarios que aparecían en los momentos más cruciales y en las catástrofes más bestiales: aparecieron durante el hundimiento de la Atlántida repartiendo flotadores pinchados para los supervivientes, asaron pinchitos morunos durante el incendio de Roma en el reinado de Nerón, festejaron con los campesinos italianos durante los brotes de peste bubónica en la Edad Media, cabalgaron sobre la bomba de hidrógeno que cayó en Hiroshima y Nagasaky, e hicieron surf durante el maremoto de Indonesia reciente... Me entregó una de sus tarjetas de visita en la que se podía leer en preciosas letras en relieve: Robin "J.B." FistFucking Muermo Boys S.A. Amenizadores socio-culturales, especializados en bodas, bautizos, comuniones, entierros, matanzas, limpiezas étnicas, diversión para toda la familia. Me conminó a que saliera de la ciudad rápidamente, que regresara a Alicante en donde debía ponerme en contacto con una serie de individuos muy especiales sin falta, ya que el mundo mundial estaría en nuestras manos... Comencé a recoger todos mis trastos y el Muermonomicón y al darme la vuelta para preguntarle el porqué de tanta prisa me dí cuenta de que allí no había nadie, había desaparecido en el aire...

8.3.05

El Libro de los Muermos Episodio 1 Una Nueva Güena

Querido diario:
Tal y como comenté en mi anterior entrada, tener delante ese misterioso libro a la luz de las velas fue una completa experiencia y todo un ejercicio de control total de mis nervios de acero y de mi flema británica.
¿De qué trata el Muermonomicóm? Pues se trata de una especie de compendio de tradiciones sumerio-albaterenses, una especie de antiguo testamento pero a lo cafre total. Su autor aparente es un médico judío toledano del siglo XII, Josuéh Ben-Tosidah, que se dedicó a recopilar y traducir una serie de manuscritos encontrados en la judería toledana una vez que la ciudad fue reconquistada por los cristianos.
En este libro chungo que te cagas por la patilla abajo (shit yourself little leg down, en inglés shakesperiano) el tal Josuéh Ben-Tosidah comienza hablando del origen del mundo conocido, una cosmogonía muy peculiar en la que aparte de que el Creador Supremo (llámese Yahvé, el Demiurgo o el Gran Arquitecto) creara el universo y nuestro mundo habría otros espíritus creadores que pondrían su granito de arena.
Uno de esos espíritus creadores sería Man-olo, quien una vez creado el universo haría aparecer nuestro mundo, la Tierra, después de una sucesión de ventosidades gaseosas (o eructos regüelderos repolleros). Ante este hecho, el Creador Supremo no dejaría el recién aparecido mundo vacío y se pondría manos a la obra a fabricarle cosas y más cosas: que si la noche y el día, el sol y las estrellas, la luna, el firmamento, la tierra firme y las aguas, y luego lo poblaría de miles de especies de animalillos y plantillas varias. Y ya para rizar el rizo, llegaría el Hombre y su contrapartida, el Monicaco.
Porque Man-olo también estaría al quite del asunto y mientras el Creador Supremo haría al primer hombre (Adán) de un puñado de barro, nuestro Man-olo crearía al primer monicaco de una sustancia similar (por lo maleable), aunque más olorosa... Sí, amigos, el primer monicaco fue creado de la gran cacota primigenia (sin duda provocada por la misma comida basura que tiempo antes habría dado como resultado al mundo mundial). Aunque aparentemente el Hombre y el Monicaco eran físicamente idénticos, su alma sería diferente: el hombre sería tentado por la serpiente en el Paraíso y expulsado del Edén, mientras que el monicaco daría buena cuenta de su condición de ser natural, fundido entre los cimientos de la vida misma.
Por este motivo el Monicaco sería recompensado por un poder sin igual: la Velocidad del Pasmo. Esta extraña particularidad se daría en el momento en el que el Monicaco se sentara en algún lugar y se "relajara": el mundo a su alrededor seguiría avanzando mientras que ellos no envejecerían y al mirar el reloj o el calendario más cercano se darían cuenta del tiempo trascurrido desde que se "relajaron". Por supuesto, estas criaturas tendrían también un lado oscuro y están asociadas con horribles deidades oscuras, demonios y demás animalillos maléficos que salen en las religiones variadas de nuestro mundo (vamos, que si te pones a mirar con lupa lo mismo la serpiente que tentó a Eva no era tal serpiente, sino la cola o el rabo de algún monicaco... y ya no decimos nada del toro que mató a Paquirri, que entonces ya la liamos)
Entre los monicacos más célebres tendríamos a Isi-drín Ali-enín (el único ser con cola y rabo, que usa de su grito lascivo para atraer a las tiernas infantes y lolitas hacia sus garras), destinado a guiar en su motocicleta infernal a los 4 Muermo-Boys en lo que se ha llamado el APOCALIPSIS MONICACO (del que hablaré más adelante); Tom-asín (criatura rural semejante a un enorme osito de peluche de suave pelaje y sonsorado rostro que esconde bajo su pacífico aspecto un ser diabólicamente astuto y práctico) capaz de cavar zanjas kilométricas sin despeinarse o de ir en pantalón corto y camiseta de tirantes en medio de un glaciar antártico en pleno invierno; Mochu-elín Lent-illín (también conocido como el presentador del programa infantil Joselillo's Tales, reputado vigilante de tugurios de mal vivir); Pak-uito (el señor de las artes oscuras y la medicina prohibida) que desea convertirse en el más sabio y poderoso del universo y arrebatarle el lugar al Creador Supremo; y el Señor Bah (o Pi-po, el único capaz de atragantarse con un hueso de aceituna y conseguir sobrevivir a la experiencia...).
Pero aquí es cuando todo empieza a volverse mucho más siniestro ya que como comentaba antes hay un elemento enigmático en todo este tema: el Apocalipsis Monicaco y los 4 Muermo-Boys.
Cuando estaba a punto de entrar en el capítulo que explicaba tan intrigante suceso y la identidad de estas enigmáticas criaturas, un ruido en la puerta de mi habitación me sobresaltó...
Me levanté y miré con la única ayuda de las velas que tenía sobre mi mesa. Parecía que el picaporte se había movido. Me acerqué con cuidado, mientras me alumbraba con la escasa luz de la palmatoria y entrecerraba mis ojuelos para poder distinguir si realmente se había movido o era un efecto óptico del juego de luces y sombras... De nuevo el crujido me puso el corazón en ritmo salvaje (cual canción de Carlinhos Brown) y pude comprobar cómo en efecto la manivela se iba girando poco a poco hasta que la puerta comenzó a abrirse lentamente y...

6.3.05

Como un murciélago salido del Infierno...

Querido diario:
No creía que volvería a retomar este conjuntillo de pensamientos y desvaríos después de tanto tiempo alejado del mundo civilizado, pero finalmente he conseguido regresar aunque no sé si mi vuelta puede ser el inicio del fin...
Supongo que muchos de los lectores de este diario estarían preocupados ante mi reciente desaparición durante los carnavales pasados. Como bien intenté hacer llegar a mis conocidos y allegados estaba atrapado en la populosa y festiva Nueva Orleans, rodeado de cientos de miles de alcoholizados que estaban festejando el Mardi Gras. La verdad es que mis niveles de alcohol en sangre eran demasiado altos como para poder escribir nada inteligible así que durante esa semana decidí pasarme el tiempo durmiendo la mona (sleeping the she-monkey, como decimos nosotros los británicos). La verdad es que la resaca fue de órdago y envido a la grande, pero mientras investigaba esa maravillosa ciudad me fui dando cuenta de que algo extraño estaba por aquella ciudad siguiéndome. Intenté darle esquinazo pero cuando parecía que lo había conseguido volvía a aparecer. Mis correrías me llevaron al cementerio de Saint Louis Nº1 y, como tocado por el destino, delante de la deteriorada y alabado tumba de Marie Laveau (la reina vudú más famosa del mundo) fui rodeado por mis perseguidores...
Maldecí con creces los agujeros de gusano que me habían arrastrado fuera de mi camino temporal cuando intentaba regresar a mi siglo XIX por segunda vez (aunque creo que no tanto como los debe de odiar el astronauta de la IASA John Crichton, que los ha sufrido en sus carnes más que yo) pero aquéllos ante los que estaba seguro que tenían planes para mí y mi maltrecho cuerpecillo londinense. Cuando ya creía que era el final, su líder, un tipo extraño vestido con ropajes negros y una capucha que le cubría completamente el rostro, se acercó ante mí y sacó rápidamente un libro ajado y roído de una de sus mangas anchas. Me lo entregó mientras susurró: "Monicacossss"
Sentí su fétido aliento en mi cara y cerré los ojos esperando mi final ante aquellos agresores, pero cuando los volví a abrir pude comprobar que allí no había nadie y que tenía entre mis dedos aquel volumen pesado y grueso de color gris. Pensando que aquello había sido un golpe de suerte y que en cualquier momento volverían a acabar su trabajo, salí por piernas de allí (I exit for legs, en mi idioma natal) y no paré hasta llegar a mi habitación del hotel en el que había estado pasando la resaca los días anteriores.
Esa noche se desató una tormenta de las de padre y muy señor mío. Y a la luz de las velas comencé a leer aquel enigmático libro: Muermonomicon...