Querido diario:
Tal y como comenté en mi anterior entrada, tener delante ese misterioso libro a la luz de las velas fue una completa experiencia y todo un ejercicio de control total de mis nervios de acero y de mi flema británica.
¿De qué trata el Muermonomicóm? Pues se trata de una especie de compendio de tradiciones sumerio-albaterenses, una especie de antiguo testamento pero a lo cafre total. Su autor aparente es un médico judío toledano del siglo XII, Josuéh Ben-Tosidah, que se dedicó a recopilar y traducir una serie de manuscritos encontrados en la judería toledana una vez que la ciudad fue reconquistada por los cristianos.
En este libro chungo que te cagas por la patilla abajo (shit yourself little leg down, en inglés shakesperiano) el tal Josuéh Ben-Tosidah comienza hablando del origen del mundo conocido, una cosmogonía muy peculiar en la que aparte de que el Creador Supremo (llámese Yahvé, el Demiurgo o el Gran Arquitecto) creara el universo y nuestro mundo habría otros espíritus creadores que pondrían su granito de arena.
Uno de esos espíritus creadores sería Man-olo, quien una vez creado el universo haría aparecer nuestro mundo, la Tierra, después de una sucesión de ventosidades gaseosas (o eructos regüelderos repolleros). Ante este hecho, el Creador Supremo no dejaría el recién aparecido mundo vacío y se pondría manos a la obra a fabricarle cosas y más cosas: que si la noche y el día, el sol y las estrellas, la luna, el firmamento, la tierra firme y las aguas, y luego lo poblaría de miles de especies de animalillos y plantillas varias. Y ya para rizar el rizo, llegaría el Hombre y su contrapartida, el Monicaco.
Porque Man-olo también estaría al quite del asunto y mientras el Creador Supremo haría al primer hombre (Adán) de un puñado de barro, nuestro Man-olo crearía al primer monicaco de una sustancia similar (por lo maleable), aunque más olorosa... Sí, amigos, el primer monicaco fue creado de la gran cacota primigenia (sin duda provocada por la misma comida basura que tiempo antes habría dado como resultado al mundo mundial). Aunque aparentemente el Hombre y el Monicaco eran físicamente idénticos, su alma sería diferente: el hombre sería tentado por la serpiente en el Paraíso y expulsado del Edén, mientras que el monicaco daría buena cuenta de su condición de ser natural, fundido entre los cimientos de la vida misma.
Por este motivo el Monicaco sería recompensado por un poder sin igual: la Velocidad del Pasmo. Esta extraña particularidad se daría en el momento en el que el Monicaco se sentara en algún lugar y se "relajara": el mundo a su alrededor seguiría avanzando mientras que ellos no envejecerían y al mirar el reloj o el calendario más cercano se darían cuenta del tiempo trascurrido desde que se "relajaron". Por supuesto, estas criaturas tendrían también un lado oscuro y están asociadas con horribles deidades oscuras, demonios y demás animalillos maléficos que salen en las religiones variadas de nuestro mundo (vamos, que si te pones a mirar con lupa lo mismo la serpiente que tentó a Eva no era tal serpiente, sino la cola o el rabo de algún monicaco... y ya no decimos nada del toro que mató a Paquirri, que entonces ya la liamos)
Entre los monicacos más célebres tendríamos a Isi-drín Ali-enín (el único ser con cola y rabo, que usa de su grito lascivo para atraer a las tiernas infantes y lolitas hacia sus garras), destinado a guiar en su motocicleta infernal a los 4 Muermo-Boys en lo que se ha llamado el APOCALIPSIS MONICACO (del que hablaré más adelante); Tom-asín (criatura rural semejante a un enorme osito de peluche de suave pelaje y sonsorado rostro que esconde bajo su pacífico aspecto un ser diabólicamente astuto y práctico) capaz de cavar zanjas kilométricas sin despeinarse o de ir en pantalón corto y camiseta de tirantes en medio de un glaciar antártico en pleno invierno; Mochu-elín Lent-illín (también conocido como el presentador del programa infantil Joselillo's Tales, reputado vigilante de tugurios de mal vivir); Pak-uito (el señor de las artes oscuras y la medicina prohibida) que desea convertirse en el más sabio y poderoso del universo y arrebatarle el lugar al Creador Supremo; y el Señor Bah (o Pi-po, el único capaz de atragantarse con un hueso de aceituna y conseguir sobrevivir a la experiencia...).
Pero aquí es cuando todo empieza a volverse mucho más siniestro ya que como comentaba antes hay un elemento enigmático en todo este tema: el Apocalipsis Monicaco y los 4 Muermo-Boys.
Cuando estaba a punto de entrar en el capítulo que explicaba tan intrigante suceso y la identidad de estas enigmáticas criaturas, un ruido en la puerta de mi habitación me sobresaltó...
Me levanté y miré con la única ayuda de las velas que tenía sobre mi mesa. Parecía que el picaporte se había movido. Me acerqué con cuidado, mientras me alumbraba con la escasa luz de la palmatoria y entrecerraba mis ojuelos para poder distinguir si realmente se había movido o era un efecto óptico del juego de luces y sombras... De nuevo el crujido me puso el corazón en ritmo salvaje (cual canción de Carlinhos Brown) y pude comprobar cómo en efecto la manivela se iba girando poco a poco hasta que la puerta comenzó a abrirse lentamente y...