Crónicas de un caballero británico victoriano viajando por el Contínuo Espacio-Tiempo

Las entradas en el diario de Lord Edgar Rouen Crossbower y su peculiar punto de vista decimonónigo mientras salta de época en época buscando a sus amigüitos perdidos...

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Nacido en Londres en la primera mitad del siglo XIX, nuestro héroe formaría parte de los movimientos sociales más convulsos del Imperio Británico. Conocidas sus inclinaciones socialistas y marxistas y sus amistades con lo peor de los literatos finiseculares británicos, sería ésta la causa de que Herbert George Wells le propusiera que acabara probando su máquina de desplazamiento temporal que lo arrastró miles de años hacia el futuro, enfrentándose con los Morlocks y los políticos ultraderechones de siglos venideros. Después de destruir un universo acabaría como dueño y custodio de un nexo interdimensional viajando por el Contínuo Espacio-Tiempo conocido como la TEMPRANIS. Junto a su amada y a sus animalillos, continúa sus peripecias allí donde el destino le lleve...

31.10.06

Realidades desapercibidas Parte 3: BatPruna Begins























Querido diario:
Si algo me han enseñado mis viajes a través del continuo espacio-tiempo es que nunca debes hacer caso a tus compañeros de aventuras, porque la mayoría de las veces uno mismo acaba metido hasta las cejas en multitud de problemas. Y para no variar, ésta fue otra de esas veces...
Estaba yo sentado a los mandos de la TEMPRANIS cuando mi forzosa huésped MacArralu (estudiante de magia de la escuela JOGUARS de la Orden Del Herpes) se presentó en el puente de mando de nuestra maravillosa nave espacio-temporal correteando de un lado para otro con sus mascotas (sí, no sabéis lo que echo en falta a mis antiguos compañeros, al menos ellos no se trajeron consigo una perra loca, un gato sádico y un periquito psicopatizado) De nuevo, el maravilloso y encantador gato Manchas se orinó en todos y cada uno de los paneles de control del puente, mientras el maldito periquito Pocholo iba dejando un rastro de guano por donde revoloteaba, pero la gota que colmó el vaso de mi paciencia fue ella, esa perra llamada Pruna, la cual se me tiró encima, provocando que yo cayera todo lo ancho que soy sobre los sistemas de desplazamiento entre dimensiones con lo que la TEMPRANIS aceleró súbitamente entrando en el peligroso radio de acción de la autopista de agujeros de gusano que tantos problemas me había dado en el pasado y de la que estaba intentando no volver a entrar desde que había conseguido aquella nave hacía unos cuantos meses atrás.
Me levanté lo antes posible y accioné el freno de emergencia para que el trayecto dentro de los agujeros de gusano fuera lo más corto posible. Comprobé todos los sistemas de precisión y las lecturas me dejaron bien claro que, de nuevo, había aparecido en una realidad desapercibida, la de AliGotham, ciudad sin ley. Pero la cosa era aún más grave, ya que por lo que podía ver por las pantallas la TEMPRANIS se había materializado en la Avenida de la Estación (qué raro, siempre acabo por aquí cuando viajo a través de los agujeros de gusano, sea la dimensión o la realidad que sea) en frente justo del edificio de la Diputación pero sobre un vehículo motorizado cuya apariencia era un cruce entre un tanque y un todo-terreno.
Salimos rápidamente de allí para comprobar con cierto resquemor que nos habíamos cargado el coche del defensor de aquella ciudad, nada más y nada menos que el mismísimo Batman, pero lo grave era que él estaba dentro del vehículo cuando aparecimos...
Los peligrosos cacos de aquella realidad no se hicieron esperar y aunque la TEMPRANIS llevaba puesto su enmascaramiento que la hacía verse como un retrete portátil azul de obra (o una cabina telefónica para avisar a la policía en el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte en los años '50 del pasado siglo XX) se notaba que la noticia de la muerte accidental de su odiado enemigo les daba manos libres para conquistar aquella ciudad por las bravas sin que nadie se pudiera interponer en su camino.
MacArralu disculpó a su Pruna, como no, diciendo que el animalito necesitaba espacio para moverse y jugar (y eso que tenemos una nave que está compuesta por espacio plano, no tenemos un espacio finito para movernos...) Yo le dije que habíamos entrado en aquella dimensión por accidente y que nuestras acciones habían contaminado para siempre aquella línea temporal, justo lo que se me había encargado que no volviera a suceder cuando me confiaron la custodia de la TEMPRANIS y que no recordaba ya las veces que SÍ que había sucedido... MacArralu, con una enorme sonrisa, dijo que había una solución para el problema: si Batman había muerto, tendríamos que tomar su lugar para hacer ver a los malhechores que nada había cambiado y que la ciudad tendría siempre a su defensor para lo que hiciera falta. Y con esto, ella y la perra se pusieron a escarbar entre los restos del coche destrozado de Batman hasta que encontraron la capa ensangrentada del héroe caído y se la colocó en los hombros para hacerme ver que sí que era aquello posible. Lo más extraño vino cuando Pruna encontró la máscara aplastada del Señor de la Noche y se la colocó entre las orejas. MacArralu me miró mientras comprobaba que Pruna estaba contenta de su hallazgo. Le dije que pensara antes de hacer una tontería pero fue demasiado tarde, ya blandía su varita mágica y recitaba en voz alta apuntando a nuestro alrededor: "Mundus Caninus"
Un resplandor cegador nos envolvió unos segundos y al recobrar la vista nos vimos rodeados de perros, multitud de perros, pero todos vestidos como si fueran personas. Y delante de ellas estaba Pruna, ahora ataviada con un traje como el de Batman. - "¡¡Batpruna, a por ellos!!", voceó MacArralu mientras señalaba a una pandilla de perros vestidos de ninjas que se nos acercaban trotando con malvadas intenciones.
BatPruna sacó un puñado de shurikens de su bat-cinturón y con unos lanzamientos gráciles de sus patas delanteras los fue tumbando a medida que les lanzaba la mortal munición. Después se dedicó a olerles el trasero y a morderles cuando se le revolvían.
Todos los perros de alrededor se pusieron a ladrar de alegría y a mover su cola (algunos hasta movían también el rabo) y aquello era una fiesta perruna por todo lo alto. BatPruna les entregó un foco gigante para iluminar los cielos en los que se veía el símbolo del murciélago con un hueso en la boca para que lo encendieran cuando tuvieran problemas con las fuerzas del mal y ella pudiera acudir rauda a la defensa del inocente.
Saludamos a los perros y nos metimos rápidamente en la TEMPRANIS. MacArralu cogía con orgullo a su BatPruna y aproveché la ocasión para hacer la foto que se vé al inicio de esta entrada de mi diario. En fin, no hay mal que por bien no venga y al menos ahora teníamos un super-héroe perruno a bordo que nos sacaría de algún problema o nos metería en mil más. Le pedí encarecidamente a MacArralu que sacara a los animales del puente y ésta me dijo que solo lo haría si reconocía que al final su Pruna había solucionado el problema ella sola porque era muy lista. Decidí asentir mientras se me carcomían los higadillos por dentro al tener que reconocer que el jodido bicho me estaba empezando a caer bien.
Puse de nuevo los sistemas de vuelo en marcha y de nuevo nos metimos en la vorágine de los agujeros de gusano hasta regresar al punto exacto de partida, desde el cual continúamos nuestro viaje entre las dimensiones y el continuo espacio-tiempo esperando encontrar alguna señal del paradero de mis antiguos amigos y aliados.

29.10.06

OK GO: Ahí vamos otra vez

Querido diario:
Esta vez solo voy a hacer un pequeño comentario. En uno de mis últimos saltos a otra época atraído por lo que parecía ser el rastro residual de una de las tarjetas de registro espacio-temporal de mis compañeros me encontré atrapado en un gimnasio de una ciudad indeterminada de Estados Unidos de Norteamérica del Norte. Aunque busqué por todos lados no encontré señal alguna de ninguno de mis viejos amigos: ni Tom-asín, ni el Nigromante, ni Bridget la strudel-slayer, ni el Demonio Rojo o los demás Muermo Boys.
Tan solo a este grupo de cuatro energúmenos que hacían estos numeritos gimnásticos con ocho cintas de correr.
Otra cosa, no, pero imaginación los jodíos tienen...
Espero que la próxima vez que pare en otra época atraído por las señales, encuentre a alguno de mis amiguetes, porque veo que lo tengo complicado, sí señor.
Al menos grabé con la cámara de seguridad de la TEMPRANIS la actuación de estos chicos, que se hacen llamar OK GO y que son la mar de divertidos y la puedo ver cada vez que me apetece aquí debajo mismo.