Hueco 4: El Doctor, supongo...
Querido diario:
provenientes del sur nos hicieron darnos la vuelta. Un hombre de cabellos largos, barba en forma de chivo, gafas, 3 pendietes en una oreja, vestido con un pantalón marrón, y con una camisa algo descolorida corría como alma que llevaba el demonio hacia la cabina. Yo ya había visto a aquel individuo antes. Se trataba de Pak-Uitoh, el Monicaco Pródigo. Si hubiera tenido acceso a algún sensor espacio-temporal tal vez podría haber recibido la señal del TPS que inoculé a mis compañeros (y enemigos, porque en aquel momento aún lo era) poco antes de destruir el universo. Pero ahora solo me podía fiar de mis ojos y de mis recuerdos. El Monicaco Pródigo estaba siendo perseguido por unos extraños seres de apariencia humanoide, con capas negras y extrañas máscaras que simulaban una calavera. Se acercó hasta nosotros y empezó a rebuscar entre sus bolsillos mientras no paraba de mirar hacia aquellas criaturas que empuñaban antorchas y lo que tan solo podrían ser varitas mágicas si estuviera bajo los influjos de alguna droga psicotrópica y estuviera experimentando un viaje malo y chungo como pocos. Uno de aquellos tipos usó ese artefacto-varita para inmovilizar al Monicaco Pródigo y los demás se fueron acercando agitando sus antorchas con rabia. Clark(ito) intentó apartar a aquellos seres del indefenso Pak-Uitoh pero se lo quitaron de encima con un par de descargas rojizas de sus "varitas". Me acerqué todo lo que pude a la puerta de la cabina azul y me di cuenta de que estaba abierta... Me colé dentro y pude comprobar que era más grande de lo que parecía ser por fuera. Allí dentro cabía casi un estadio de júrgol y sin embargo por fuera no era más grande que una cabina de teléfonos. Me acerqué a lo que sin duda era el puente de mando de una
enorme nave estelar. La consola principal ocupaba el centro de la sala y era hexagonal. Sin duda aquel vehículo estaba preparado para poder ser pilotado por una sola persona llegado el caso. Los mandos de control eran una mezcla inaudita de palancas, botones, reguladores y pantallas táctiles. Los proyectores holográficos se mezclaban con los teclados alfanuméricos. Había una luz que parpadeaba con haces rojizos en una de las pantallas y por puro instinto la activé. Ante mí se presentó la figura semitransparente de un hombre. Era delgado, con entradas y orejas de soplillo. También tenía una buena nariz, me sonreía aunque en sus ojos se notaba que había vivido muchas alegrías y penas. Su voz resonó en Dolby Digital 6.1 DTS y THX II a la vez (se notaba que allí había presupuesto) y me dijo que él era el Doctor, el último de los Señores del Tiempo y que su plazo de existencia había ya llegado a su fin. Después de 900 años dejaba el testigo a otro nuevo tripulante de aquella nave espacio-temporal. Aunque otros habían entrado y habían intentado activar y usar la TARDIS, como él la llamaba, tan solo yo había conseguido activar aquel mensaje final. Agradecía al joven kriptoniano que le hubiera mandado hasta allí, porque ahora yo, otro viajero espacio-temporal tendría la oportunidad de continuar con su legado de viajar por distintas épocas y realidades. Me comentó que la nave originalmente tenía la capacidad de adaptar su aspecto exterior al entorno en el que se materializaba pero un fallo en sus matrices holográficas la había dejado anclado en aquella forma desde hacía más de 40 años atrás. Si tenía tiempo o conocía a alguien que pudiera arreglarla, seguro que me serviría de gran ayuda. Ponía a mi disposición todos los bancos de memoria de la TARDIS a la que desde ese momento me entregaba como su nuevo propietario y capitán. Se despidió de mí con una sonrisa y la nave pareció volver a resucitar. Todos los sistemas se pusieron en marcha y las pantallas holográficas me mostraban el exterior. Los tipos aquéllos vestidos de negro con antorchas y máscaras de calaveras habían escapado llevándose consigo al Monicaco Pródigo. Clark(ito) se estaba despertando en aquel preciso momento.

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