Crónicas de un caballero británico victoriano viajando por el Contínuo Espacio-Tiempo

Las entradas en el diario de Lord Edgar Rouen Crossbower y su peculiar punto de vista decimonónigo mientras salta de época en época buscando a sus amigüitos perdidos...

Mi foto
Nombre:

Nacido en Londres en la primera mitad del siglo XIX, nuestro héroe formaría parte de los movimientos sociales más convulsos del Imperio Británico. Conocidas sus inclinaciones socialistas y marxistas y sus amistades con lo peor de los literatos finiseculares británicos, sería ésta la causa de que Herbert George Wells le propusiera que acabara probando su máquina de desplazamiento temporal que lo arrastró miles de años hacia el futuro, enfrentándose con los Morlocks y los políticos ultraderechones de siglos venideros. Después de destruir un universo acabaría como dueño y custodio de un nexo interdimensional viajando por el Contínuo Espacio-Tiempo conocido como la TEMPRANIS. Junto a su amada y a sus animalillos, continúa sus peripecias allí donde el destino le lleve...

18.9.05

La fortuna favorece a los osados...

Querido diario:
Sé que este es el fin. Es duro poner esas palabras dentro de una historia, pero hay que ser realista y aceptar que hemos perdido la guerra por mucho que nos pese. La situación no ha mejorado nada desde la última entrada y encima ahora el plan que tan minuciosamente había preparado para salvar la situación se me ha ido al garete porque esas puñeteras máquinas con tres patas me han asado literalmente el control de vuelo espacio-temporal. Podría saltar a ciegas pero a saber a qué época y/o lugar llegaría y encima no tendría ninguna posibilidad de regresar al punto anterior en caso de estar en peligro o alejarme demasiado de la corriente espacio-temporal.
Vamos, y hablando en cristiano, que estaba jodido y yo sin enterarme de cuanto. Los 5 trípodes marcianos avanzaban hacia mí y mi pobre vehículo espacio-temporal con el morro medio fundido en su anterior ataque. Pero mis compañeros estaban incluso peor que yo: Bridget la Strudel-slayer estaba siendo atacado por todos y cada uno de los strudels que salían en tropel del Culo del Infierno y la pobre chica ya no sabía qué hacer, si cortarse las venas o dejárselas largas; el Demonio Rojo estaba perdiendo a la enorme partida de goh que estaba disputando contra los pocos y devotos seguidores del Monicaco Pródigo que aún seguían con vida; Robin "J.B." FistFucking estaba empezando a perder su cordura ante la infección nanotecnoorgánica de los TunOrg, porque su cuerpo empezaba a mutar y ya tenía una pierna y un brazo perfectamente vestidos de negro con medias y zapato a juego y cintas de colores desde el hombro y por su boca empezaban a surgir aquellos versos inconexos propios de los TunOrg: "clavelitos, clavelitos, seréis asimilados, clavelitos,..."; y Gabrie-lín Lent-illín había recibido más sablazos y estocadas que un abuelo pensionista por parte de sus nietos adolescentes ante el Monicaco Pródigo.
Todo estaba en nuestra contra, y mi plan de viajar atrás en el tiempo para detener que el Culo del Infierno se abriera y tener ventaja táctica frente a las fuerzas de ataque del Monicaco Pródigo se había ido al garete. Estaba desesperado y contemplaba cómo aquellas enormes máquinas marcianas de tres patas avanzaban ágilmente hacia mi posición. ¿Qué podía hacer? ¿Quedarme sentado y morirme del asco? ¡NO, de eso nada! ¡¡Tenía que hacer algo! Otra cosa era qué, pero bueno, como se suele decir "la fortuna favorece a los osados" (y a los tontos, que os lo digo yo...)
Aquello estaba perdido así que con mucha sangre fría activé mi sistema de TPS (Temporal Position System ó Sistema de Posicionamiento Temporal, que sé que alguno de ustedes no conoce bien la lengua de Shakespeare) y coloqué el cañón de marcado en posición manual. Con ello comencé a disparar nanotarjetas posicionales temporales a mis compañeros Bridget, Demonio Rojo, Robin, Gabrie-lín y también a alguno de mis enemigos como Familia, Patria, Iglesia y el mismísimo Monicaco Pródigo. ¿Para qué hacía esto, se preguntarán ustedes? Pues aunque la cosa estaba muy negra, con los datos registrados a través de dichas tarjetas podría rastrear a estas personas una vez hiciera lo que iba a hacer. También me inoculé con una de esas nanotarjetas y saqué de mi cartera mi carnet de identificación de viajero espacio-temporal. Introduje el carnet en la ranura del lector de cd y mp3 del salpicadero. Con el rabillo del ojo veía que las máquinas de guerra marcianas estaban a 30 metros escasos de mi posición actual e intenté retrasarlas disparando un par de descargas de plasma desde mis cañones traseros pero sin el sensor de armamento calibrado después del ataque calorífico destrocé por error buena parte de la fachada principal del edificio de la Diputación Provincial de Alicante. Pidiendo perdón con ambas manos a los pobres que estaban allí dentro y que ahora eran testigos de excepción de la batalla al no tener fachada que les molestara proseguí introduciendo mi código pin de cuatro cifras para acceder al menú de comando de mi máquina de desplazamiento espacio-temporal.
Pulsé en la pantallita la opción de "Sobrecargar motor espacio-temporal" y confirmé en la tecla "Sí". Ante el mensaje de que si quería realizar alguna otra transacción pulsé que "No" y extraje mi carnet, guardándolo dentro de mi cartera de nuevo.
Mientras en el interior de la cabina empezaba a iluminarse de rojo las alarmas, una voz femenina me informaba que la sobrecarga del motor espacio-temporal provocaría una onda de choque energética cuántica que afectaría a todo aquel continuo espacio-temporal al tener las contramedidas de seguridad dañadas como consecuencia del ataque anterior. Aún así y para asegurarme de que no tendría ninguna sorpresa activé también el sistema de autodestrucción del vehículo espacio-temporal con el código de anulación: "1 1 A 0 0 0 Destrucción 0".
Descargué todos los datos del TPS relacionados con mis compañeros y conmigo mismo en mi reloj digital de bolsillo con la escasa opción de que pudiera sobrevivir (¡eh, la esperanza es lo último que se pierde!) a la completa erradicación a nivel subatómico de todo un universo y comencé a silbar una vieja canción de un semidesconocido autor de mediados de la década de los '80 del pasado siglo XX, un tal Casal o Casual o algo así mientras esperaba que aquel dichoso minuto pasara.
Las máquinas marcianas se posaron sobre mí y mi máquina y comprobé cómo usaban sus tentáculos para abrir la superficie de la cabina como quien pela una naranja. Cuando estaba mi cabeza ya al aire, miré fijamente a los trípodes, a mi alrededor y sonreí. El útimo bip del tablero de mando fue lo último que aquellos marcianos oirían en su vida, al igual que el resto del mundo y del universo.
Puf.
Se acabó.
Luz blanca por todas partes.


No falta nada, es el fin de todo.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¿Qué me han metido un "nano.. qué? Oye, a mi si me meten algo que no sea nano...

1:28 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home