Crónicas de un caballero británico victoriano viajando por el Contínuo Espacio-Tiempo

Las entradas en el diario de Lord Edgar Rouen Crossbower y su peculiar punto de vista decimonónigo mientras salta de época en época buscando a sus amigüitos perdidos...

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Nacido en Londres en la primera mitad del siglo XIX, nuestro héroe formaría parte de los movimientos sociales más convulsos del Imperio Británico. Conocidas sus inclinaciones socialistas y marxistas y sus amistades con lo peor de los literatos finiseculares británicos, sería ésta la causa de que Herbert George Wells le propusiera que acabara probando su máquina de desplazamiento temporal que lo arrastró miles de años hacia el futuro, enfrentándose con los Morlocks y los políticos ultraderechones de siglos venideros. Después de destruir un universo acabaría como dueño y custodio de un nexo interdimensional viajando por el Contínuo Espacio-Tiempo conocido como la TEMPRANIS. Junto a su amada y a sus animalillos, continúa sus peripecias allí donde el destino le lleve...

19.4.07

Una Peregrina especial...

Querido diario:
La situación a bordo de la TEMPRANIS bordeaba el caos. Habíamos estado casi 48 horas saltando en el Tiempo y el Espacio para llevar a mis compañeros de viaje a sus destinos finales: el Nigromante, ante las noticias de una inmimente invasión en Olarcos por parte de los temibles cazadores oscuros de Galintrah, nos había intentado coaccionar para que dirigiéramos una misión de reconocimiento (y rescate, en su caso, del Zahorí Cabezón) y lo habríamos hecho si no nos hubiéramos encontrado con un dilema ya que Tom-Asín, el Monicaco Rural, no tenía noticias sobre el Doctor Pak-Uito desde que dejara la nave para ir a las costas escandinavas del siglo VII, y temiendo por su vida (o por la de los pobre vikingos que le salieran al paso, nunca se sabe) también nos pedía que fuéramos a buscarlo con la misma insistencia que el Nigromante. Para que no llegáramos a un baño de sangre MacArralu y un servidor llegamos a la única decisión posible: dejar a cada uno de los implicados en el destino elegido y organizarnos bien para proceder a la recogida de cada grupo en cuanto fuera necesario. Para ello volví a inyectarles en el torrente sanguíneo una de las tarjetas de posicionamiento temporal (que les mantendría en mis escáneres temporales en todo momento) y les entregué un comunicador para mantenernos en contacto directo. Tras esto, saltamos y les dejamos en su puntos de salida.
Ahora resultaba que teníamos la TEMPRANIS toda para nosotros, pero el plan de tener que quedarme allí dentro esperando a que alguno de estos dos se pusieran en contacto para recogerles no me apetecía nada de nada. Consulté la agenda de fiestas en los ordenadores malignos del Dr. Pak-Uito y me di cuenta de que tal día como hoy se celebraba la peregrina de la Santa Faz desde Alicante. Se lo propuse a MacArralu y ésta aceptó, siempre y cuando lleváramos con nosotros a Bat-Pruna. No tenía ganas de discutir por lo que acepté a la primera y dirigí la nave a las coordenadas de materialización al lado justo del edificio de la pirámide en la Avenida de Denia. Hice que la TEMPRANIS adoptara la forma externa de un WC portátil azul con el símbolo de ocupado permanentemente y programé el sistema de comunicaciones para que nos reenviara cualquier aviso del Nigromante o de Tom-Asin.
Salimos vistiendo ropa cómoda y calzado para andar y MacArralu le compró un pañuelo de peregrino a Pruna (que se había dejado el uniforme en la nave) Anduvimos rápido esquivando a las hordas de jovenzuelos borrachuzos que se nos cruzaban, el clima estaba un poco revoltosillo ya que un momento lucía el sol más caluroso como al segundo había nubes grises tapandonos y soplaba un viento fuerte y helado. Nos tomamos la mistela de rigor y pocos minutos después llegábamos a la zona del monasterio en donde la fila de peregrinos deseosos de entrar en el camerín donde guardan la reliquia ya llegaba a la carretera. Al fondo de la calle veíamos cómo estaban recogiendo la reliquia para guardarla dentro después de la celebración de la misa.
Habríamos seguido de largo si en aquel momento no hubiéramos oído una algarabía que nos hizo regresar a la plazoleta donde estaba situada la reliquia de la Santa Faz. Al llegar esquivamos la estampida de personas que corrían como alma que lleva el diablo y lo que vimos nos dejó sin habla. Alguien había robado la Santa Faz. Y ese alguien estaba plantado delante nuestra, a una decena escasa de metros. Era un hombre alto, corpulento, vestía con una camisa blanca con una ilustración de la portada de un disco de Pink Floyd y su rostro quedaba ocultado por una máscara de lucha libre mexicana. Conocía perfectamente a aquel hombre y en otras circunstáncias habría estado encantado de haberlo encontrado. Era el Padawan de Muermo-Boy, Scythe, El Demonio Rojo.
Me acerqué para intentar saber hasta qué punto realmente estaba involucrado Scythe en el robo, tal vez él hubiera llegado para detener al ladrón... Por mucho que intentara darle la vuelta a la situación en mi imaginación la realidad se tornaba aún más compleja: el cuerpo inconsciente del cura estaba a sus pies y la reliquia estaba en sus manos. Pruna comenzó a gruñir y a enseñarle los dientes y MacArralu comenzó a murmurar algún tipo de hechizo mientras que Scythe nos dejaba claras sus intenciones, se iba a llevar la Santa Faz y nadie se le iba a interponer como bien pudieron comprobar un par de policías locales que acababan de llegar. Con dos rápidos movimientos se los quitó de encima y los dejó hechos unos guiñapos. En ese momento el hechizo de MacArralu tuvo su efecto ya que se quitó la chaqueta que llevaba y por debajo pude ver que llevaba una camiseta con una S, se había convertido en una versión femenina de Clark(ito) Kent de Todos los Santos y se lanzaba a supervelocidad contra Scythe junto a Pruna. El combate fue rápido y fuerte, los golpes resonaban en aquella plaza mientras las piedras volaban como pequeños proyectiles disparados por un ejército invisible de francotiradores. Usé mi enlace remoto con la TEMPRANIS para asegurarme de que realmente aquél era Scythe y los sensores espacio-temporales me confirmaron de que aquel hombre sí que llevaba aún la tarjeta posicional temporal. El Demonio Rojo se quitó de encima a Pruna y se la lanzó a MacArralu que la interceptó. Aquello fue lo que Scythe necesitó para alejarse de un salto y la segunda sorpresa no se hizo esperar: flotando a un par de metros del suelo se acababa de rematerializar un vehículo que conocía perfectamente, MI VIEJA MÁQUINA DE DESPLAZAMIENTO ESPACIO-TEMPORAL (que usé para destruir el universo en la otra realidad alternativa), y entrando con la reliquia se sentó a los mandos y con un zumbido desapareció.
No tenía ni idea de lo que había pasado pero era muy grave. El robo de la Santa Faz, la reaparición de Scythe y encima con mi máquina del tiempo, ¿podía pasar algo más?