Querido diario:
Escribo estas lineas mientras se realinea la holomatriz empática del servomotor de los limpiaparabrisas (nunca se sabe cuando te van a hacer falta en perfecto estado de revista). Empaqué a toda prisa mis pertenencias en mi vehículo de desplazamiento temporal y después de revisarlo de arriba a abajo y por los lados para estar completamente seguro de que funcionaría a la perfección me senté de nuevo a los mandos de esta maravilla de la técnica decimonóniga. Cual fue mi sorpresa cuando encontré un sobre grisáceo en el salpicadero de caoba senegalesa de mi máquina temporal, lo abrí con cuidado ya que la misiva estaba dirigida hacia mi persona y me encontré con este mensaje: "El Apocalipsis Monicaco está en marcha y habrá una serie de señales que lo confirmarán: la muerte de varios monarcas y líderes en breves y continuas fechas será solo el principio. Debes encontrar al Monicaco pródigo y devolverlo al redil antes de que sea demasiado tarde para todos. Sigue estas indicaciones en el mapa que acompaña a estas letras y llegarás hasta su localización a través de los agujeros de gusano"
Visto lo visto, me acomodé dentro del vehículo y después de hacer las comprobaciones adecuadas, conecté el condensador de fluzo y rápidamente me incorporé a la corriente temporal con un ágil volantazo. Tras esto pude comprobar cómo el agujero de gusano se abría ante mí y se tragaba mi transporte temporal cual maëlstrom hambriento de barcos. Los múltiples caminos se entrecruzaban delante mio, los colores se difuminaban a mi alrededor creando un bello y mortal arco iris de luz y sonido que me cegaban, pero yo estaba siguiendo las indicaciones al pie de la letra y conducía como un campeón de rallyes (chúpate esa Nani Roma)
De repente, nada... Pero nada, de nada. Que te digo que nada, que no, hombre, que no.
Mareado ante la experiencia me encontré en un iceberg de hielo blanco y puro, rodeado por un mar negruzco, era de noche pero no había ninguna estrella en el firmamento ni la luna brillaba y aún así se veía con tanta claridad como si fuera de día. Delante mio estaba un hombre vestido con un traje de chaqueta negro, camisa blaca y corbata oscura. Entrado en años (cerca de la cincuentena), con escaso cabello canoso y sus ojos eran completamente negros (sin rastro de blanco alguno en ellos) Yo, muy educado, me presenté y le pedí que me dijera dónde me encontraba y si él era el monicaco pródigo... El hombre se acercó hasta mí y me dijo que él era uno de los Antiguos, que vigilaba esa parte del continúo espacio-tiempo al que se podía acceder a través de los agujeros de gusano. Me miró bien y me preguntó si yo tenía algo que ver con John Crichton o los Scarran, como no sabía de qué me hablaba exactamente (aunque conozco muy bien el trabajo del astronauta John Crichton) le dije que no y a otra cosa mariposa. Le conté todo lo que me había ocurrido en los pasados días con el libro de los Muermos y la aparición del tal Robin "J.B." FistFucking y sus encargos para el próximo Apocalipsis Monicaco. El Antiguo (al que empecé a llamar Einstein, no sé porqué...) me indicó que era primordial que hallara cuanto antes a aquellos que me facilitarían la existencia y el trabajo de encontrar al monicaco pródigo.
Me dio las indicaciones para encontrar a uno de ellos:
Scythe, un enigmático hombre, poseedor de inimaginables poderes relacionados con la música "
rara, rara, rara". Me entregó una foto y una dirección en Alicante (qué casualidad, el sitio donde aparecí por primera vez, ¿estaría todo orquestado por algún poder superior?) donde debía encontrarle. Tras esto me deseó un buen vieje y con un resplandor cegador de nuevo me encontré a bordo de mi máquina de desplazamiento temporal atravesando los infinitos caminos del agujero de gusano. ¿Habría sido un sueño? ¡No! ¡La foto de Scythe estaba en mi mano izquierda!
Tuve un presentimiento y cogí una bifurcación a la derecha después de señalizar con el intermitente (a tiempo de no chocar con una pequeña lanzadera blanca de la IASA que venía en dirección contraria) y de repente, el espacio normal y el tiempo ralentizándose. Allí estaba de nuevo, en Alicante, en mitad de la Rambla de Méndez Núñez, a la altura del Pans & Company, con un autobús delante y un Seat Mondeo Rojo al lado que no paraba de pitar al furgón amarillo que estaba aparcado en doble fila...
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